Esta mañana salí a andar. La
imaginación era una yogurtera de sensaciones tristes, de
pensamientos que rechazaba con la mano, o con un gesto negativo,
porque me daban miedo.
Hace un calor denso, un silencio de
espigas , sin rumores de aire sobre las cañas. Es un amarillear
casi dorado el de este amanecer.
Me han llamado dos amigos,Isidro y
Alfredo. Los dos acaban de traer dos criaturas al mundo.
¡Bienvenidos!. Es el ciclo de la vida, nacer, crecer, reproducirse y
morir. Siempre ha sido así. Unos nacen y otros mueren.
Recuerdo el primer beso que le di- en
realidad , le pedí permiso para hacerlo. Tardé meses en hacerlo.
Sentía por ella un respeto que me obligaba a no cruzar una frontera
que antes, con otras, la traspasaba y cruzaba hasta derrapar y dejar
las huellas de la frenada en una carne que poco a poco me hastiaba.
Recuerdo ese primer beso en una
cafetería irlandesa en la calle Miguel Íscar. Un beso que no fue
casi nada, y que lo anunciaba todo. Un futuro de compromiso. Una
folía que nos regresó al estado más maravilloso.
Dios, ¿por qué nos tratas así?. Tú,
que sabes mejor que nadie que cuando se ama del todo a una persona,
cuando se ha gustado plenamente de esa felicidad única, irrepetible,
incomunicable, personal , y secreta, ya no es posible concebir y
aceptar que muera.
Ese brillo de su mirada que la
infinidad de los tiempos no volverá a reproducir, esos gestos, esa
sonrisa, su ternura, su voz, su sensibilidad...¿para qué los
hiciste así y los abandonas a mitad de camino?. ¿Era necesario
hacerlo así, en estas fechas, y de esta forma?
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