¡Cuánto enseña el dolor enamorado!
En la vida hay un camino, y lo gracioso
es que no te das cuenta hasta que sucede algo con la suficiente
entidad para verlo todo con claridad.
O cuando se está acabando ese camino.
Estos días, gracias a la E.L.A. que
le han diagnosticado a Manu, vuelvo con frecuencia la mirada atrás
y digo: «¡Anda, mira! Hay un hilo!».
Estos años que hemos vivido juntos no
ves el hilo, pero estaba.
Porque tú crees que todas las
decisiones que tomas, todas las elecciones que haces, están
determinadas por tu libertad, pero eso es un cuento. Están
determinadas por algo de tu interior que es ante todo una vocación,
una especie de instinto.
De repente: «¡Uala, hay un hilo!».
Quiero decir que intenté ser
periodista, fui a hacer las pruebas de entrada en la Universidad de
Navarra (me entrevisté con un tal Amestoy) y no salí bien parado.
Por esa razón fui a Barcelona, y me matriculo en Derecho e Historia.
Abandono Derecho, y viendo que ando desnortado, pirándome las clases
de Historia, me buscan un trabajo de becario en Viaró...a los 22
años de edad me escapo del centro donde vivo, en mayo, y marcho a
Madrid, Cádiz, Málaga. Escapo. No sueño más que en escapar. Toda
mi vida, hoy lo veo mejor que nunca, ha sido una huida.
Me encuentran en Granada , y vuelvo a redil. Había huido un mes y medio.
Escapé de Barcelona, de Lérida, de
Tarragona, de Valladolid. No importaba la escusa, normalmente asuntos
de mujeres, pero eso era lo que buscaba para poder huir.
Era una carrera en el desvarío.
Mientras tanto, me movía de aquí
para allá, una actividad sin sentido, dejándome arrastrar por mi
forma de ser. Sin tiempo siquiera a parar y juzgar mis actos. Leía
todo lo que caía a mi alcance con una voracidad irrefrenable para
escapar de la rutina de los días, ascendía montañas llevado de
la fiebre de moverme, escapar otra vez de la monotonía.
Bebía con manguera en largos paseos
por barrios donde nadie me conociera.
Y, simultáneamente, todo marchaba.
Daba el pego. ¡Ay, si me vieran por dentro!
Sí, hay un hilo. ¡Lo veo tan claro!
Los años de la niñez, la
adolescencia, tan divertida y atormentada, los jesuitas, la piedad
de un niño que tiene miedo, la Virgen, los padres, los hermanos, las
canciones, las expulsiones de los colegios, repetir curso, mi
encuentro con el opus, todas mis aventuras sexuales y no sexuales, la
imaginación desbocada, las ganas de reír y vivir como fuera, los
arrepentimientos...y, de repente, un cruce de caminos: ¡¡¡Manuela!!!
Y todo tiene sentido. El alma se
aquieta, las pasiones se ordenan, la carne se acompasa al ritmo de
ella, y se reza de otra manera. Toda esa vida anterior ha tenido que
suceder de esa manera para llegar donde estoy.
Ves un árbol, pero no ves el humus,
la mierda que hay en sus raíces. Es la mía, y gracias a ella soy el
árbol que encontró Manuela.
Y ella también encuentra ese hilo en
su biografía, ¡tan intensa!. También es el árbol que encontré, y
me importa nada de qué se nutrieron sus raíces para ser tan
maravillosamente hermosa.
Sí: todos tenemos un hilo. Ojalá lo descubras.
Bella sinceridad.
ResponderEliminarMe alegro que te encajen las piezas.
Chico.
Totalmente de acuerdo contigo, y parte de ese hilo ha sido para muchos el conocerte, el subir alguna montaña llena de nieve contigo, escuchar tus canciones. Seguro. Y por cierto el Amestoy estaba ciego.
ResponderEliminarEste Amestoy era hermano del famoso.
ResponderEliminarLo de "ciego" no sé si va con segundas, pero sí, en la entrevista el tío estaba un poco jamaillo.
Muy pijiprogre, por cierto.
No sé si lo de ciego va con segundas, pero colocaillo sí que estaba.
ResponderEliminarMuy pijiprogre.
La vida es como un caleidoscopio. De repente todo encaja. De repente puedes exclamar Eureka. Creo que la condición para ello es buscar constantemente, leer y pensar mucho. Pensar autónomamente: las verdades más inamovibles pueden convertirse en las mentiras más descaradas.
ResponderEliminarHilo de cobre, hilo de coser , hilo de pescar!!!
ResponderEliminarCada cual, su hilo conductor..