Hay una idea muy común en los cuentos y leyendas de siempre, y de
todos los lugares: la de que los objetos están impregnados del
espíritu con el que han sido hechos. Tienen, los objetos, algo
mágico que les trasciende, y que depende de su origen.
En el Señor de los Anillos los elfos de Lórien entregan a los
expedicionarios unas capuchas y unas capas, «de esa tela sedosa,
liviana y abrigada que tejían los Galadrim. Era difícil saber de
qué color era: dependiendo del movimiento y de los cambios de luz
cambiaban de color. Colores maravillosos.
—¿Son mantos mágicos? —preguntó Pippin mirándolos con
asombro.
—No sé a qué te refieres —dijo el jefe de los Elfos—. Son
vestiduras hermosas, y la tela es buena, pues ha sido tejida en este
país. Son por cierto ropas élficas, si eso querías decir. Hoja y
rama, agua y piedra: tienen el color y la belleza de todas esas cosas
que amamos a la luz del crepúsculo en Lórien, pues EN TODO LO QUE
HACEMOS PONEMOS EL PENSAMIENTO DE TODO LO QUE AMAMOS”.
Me gusta pensar que muchas de las cosas que nos rodean están
hechas con respeto, con amor, con una intención que las hace
sagradas ( no me refiro a la Religión, aunque sí).
Y otras no. Hay cosas malas. Hay gente mala.
Se está forjando en el dolor de Manuela un alma , está poniendo
el pensamiento en todo lo que ama.
Y,a veces, lo sé, tiene miedo.
¡Si es que es una putada!
ResponderEliminarUn ramillete de besos para Manuela.
Nada puedo deciros. Sólo enviaros un abrazo internáutico muy muy largo, apretado pero no fuerte.
ResponderEliminar¿Y tú? De tu dolor nace esta maravilla de blog. Estupenda catarsis.
ResponderEliminar