“El hombre es un diálogo íntimo”
escribe Pascal.
Andando hablo conmigo de mis cosas.
Conduzco, y caigo en la cuenta después de horas haciéndolo que no
he hecho más que charrar y preguntarme. Me pregunto, me respondo,
hago planes, sueño futuros, y gesticulo con las manos, o levanto las
cejas hablando conmigo mismo.
Hay sentimientos habladores, la
alegría, por ejemplo, y sentimientos que hacen que me repliegue
sobre mi mismo, como la tristeza, o el dolor porque quieres a
alguien.
Muchas veces, ¡demasiadas!, rezar para
mi era un ejercicio de soliloquios personales. O de evasiones
internas a mundos fantásticos.
Nunca supe rezar. Rezar no es nada
fácil. Es la asignatura pendiente.
Andando hablo conmigo de mis
cosas...hablo de ti, y blasfemo con mi Dios.
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