Estoy educado para no hacer un drama de
nada de lo que me pueda suceder.
He tenido, como todos, muchas
experiencias fracasadas, pero nunca hice un drama de ellas. A veces,
la mayoría de ellas han sido por mi mala cabeza, por meterme donde
no me llaman, por idiota, en una palabra.
Nunca eché la culpa a nadie. También,
la verdad, porque no había a nadie a quien echársela, y hacer como
los niños, que se dan un coscorrón con la esquina de la mesa y la
emprenden a patadas con ella porque piensan que la mesa es la
causante de ese dolor, pues como que no.
No hay mesas hijas de puta, hay niños
idiotas.
Y cuando hubo culpables, tampoco me
preocupó.
Luego hay situaciones que pasan porque
sí. Te ha tocado. Si crees en Dios, pues es voluntad de Dios; si no
crees, pues, oye, así es la vida.
Y me ha ido bien.
Esa es la razón que la gente quejica,
esa que hace un drama de su vida, de su trabajo, de las dificultades,
me repela tanto.
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