Hubo
un momento al principio de nuestra relación que casi casi nos vamos
a vivir a Vigo.
Manuela
decía que no le importaba. Vimos varias casas, alguna pegada al mar
en un pueblo en frente a las islas Cíes. Parecía un lugar
maravilloso...
Maravilloso
en verano...pero imaginaba a Manu en los otoños e inviernos
gallegos, húmedos, brumosos, largos. Y yo dando vueltas por
allí...La verdad es que, no sé por qué, nos quedamos en
Valladolid, cerca de los suyos, de su gente de toda la vida, de su
paisaje.
A
mi, la verdad, cambiar me da igual. ¡He vivido en tantos lugares que
no siento raíces de nada!. Ni siquiera de eso que llaman “familia
de sangre”, que tantas incomprensiones y malos rollos producen en
algunas parejas.
Para
mi la familia de sangre no es algo doméstico. Sólo
para las muy grandes ocasiones. Pero muy grandes. Por ejemplo,
Navidad no es una de esas grandes ocasiones.
Los
sentimientos se basan en una interpretación de la realidad. Por eso
no todos sentimos lo mismo ante los mismos sucesos. Un cambio de
trabajo produce angustia a ciertas personas y euforia a otras. A mi
me chifla. A Manuela le hace sufrir.
Manuela
tiene unos hábitos en el corazón muy arraigados: su pueblo, su
gente, su trabajo, sus amigas, su familia. Está apegada profunda y
afectivamente a una situación: no quieren cambiar de casa, de
trabajo, de ambiente, porque se siente incapaz de prescindir de
ellos, son su defensa. Fuera de esa atmósfera y de esa luz se
mustiaría.
Creo
que ese ser tan distintos , y con tan pocos intereses comunes, en
nuestro caso ha sido importante para no llevar el barco a las
piedras.
Creo que os compensáis perfectamente. Y es la guinda de un amor tan bonito.
ResponderEliminar