Hemos tenido una noticia
que nos ha dejado fuera de combate. Un buen amigo de Manu se ha
quitado de en medio. No lo estaba pasando bien. Parece que estaba en
un callejón sin salida, y decidió , llevado de una angustia atroz,
irse de este mundo.
No lo juzgo. Son
situaciones durísimas.
A toro pasado todos
sabríamos qué hacer antes de dar un paso así. Pero en su estado,
probablemente enfermizo, nada resulta fácil.
Mucha gente no se observa
habitualmente. Nos miramos más como actores que como
espectadores que viven en sus carnes esos momentos. Deberíamos ,en
lugar de centrarnos en lo que estamos sintiendo, encaminar nuestros
esfuerzos a describir cómo están actuando los demás, qué
indicadores nos ofrecen, cómo se muestran, cómo parecen reaccionar,
cómo esperan que reaccionemos nosotros… Sin duda, este cambio de
«papel» nos ayudará enormemente en la respuesta adecuada a la
situación.
Nunca nada está perdido.
Este amigo estaba muy
solo, y sintió que le caía la mundial encima en forma de
deshaucios, de embargos, de deudas sin pagar, de líos que le
dejaban en muy mal lugar. Estaba en la ruina, él, que lo había
tenido todo.
En su ceguera depresiva no
supo salir del guión de su propia película y mirarse desde fuera.
Es verdad que su vida se
encontraba en un cruce de caminos en muchísimos aspectos, también
en el familiar. A nada que en ese estado hiciese un poco de examen su
situación era un desastre. Hasta los amigos de siempre le habían
abandonado.
Sin embargo, sí había
salida. ¿Humillante?, sí. ¿ dura?, también. ¿vergonzante?, sin
duda...¿y?...la vida desde cero , a pesar de todos nuestros errores,
equivocaciones y mentiras, puede ser la mejor oportunidad.
Ayer lo explicaba mucho
mejor en el Barullo el amigo Luxindex...Al final todos somos niños
con miedo. Nuestro amigo también.
“Cuando los niños
pasan pavores nocturnos...hay una buena terapia (que me perdonen los
especialistas). Ya de día, pasado de sobra el susto que tanto les
paralizó, se les convoca y, poniendo una cara mucho, muchísimo, más
seria que la que ellos traigan, se les pide que expliquen lo que
vivieron o sintieron. Y se le atiende sin prisas. Incluso se les
repregunta para que vuelvan sobre sus pasos. Y se les vuelve a
atender...
Llegado ese punto se comienza a bromear, pero con disimulo y
tacto. Se les dice, por ejemplo: «¿Era el monstruo (o lo que fuera)
así?». Y uno pone la cara más ridícula que pueda, pero muy serio
siempre. ¿Ah, no? ¿No era así? ¿Cómo era entonces; podrías
intentarlo tú?... Y el niño en primera instancia se concentra para
intentarlo pero antes de lanzarse, piensa lo que piensa, y empieza a
verse desde fuera. Empieza a ver lo ridículo del asunto… Al final
se acaba entre risas”.
Rezo por él. No merecía
ese final. Nadie lo merece.
Creo que son personas que tienen un gran sufrimiento y que, ciertamente, no son capaces de encontrar una salida. DEP.
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