Hay momentos en la vida que parece que no damos una. Es una mala racha que, encima, los demás corean al que parece ganador, y se mofan del pobre que ve como la partida se le va de las manos.
Pero el buen jugador sabe lo que quiere y a donde va: no se deja cegar por la humillación, y las risas de los idiotas.
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