A ella alguien le enseñó
que si amaba lo primero que debía de entregar era su cuerpo, sus
besos y sus caricias. Los hombres son así.
No entendía por qué
razón al cabo de un tiempo aquello nunca funcionó. Parecía que
tanto fuego lo único que conseguía era consumir esos ardores y
volverlos nada, cenizas, costumbre.
A él alguien le enseñó
que si amaba lo primero que debía de entregar era su cuerpo, sus
besos y sus caricias.
Y le sucedió lo mismo.
Y los dos nunca
entendieron por qué razón aquello fue una estafa. Todo era muy
fácil, nunca encontraron resistencia alguna...el caso es que con los
días las fronteras de ese cuerpo se le hacían muy pequeñas, sin
secretos que encontrar, sin nada que buscar.
Pasó el tiempo, y se
encontraron con otra persona. Ella estaba harta, y él también. Los
dos habían puesto bajo sospecha el amor, los cuerpos, los besos y
las caricias.
Y hablaron. Charlaron
mucho, pasearon kilómetros, bebieron y rieron.
Y así se conocieron.
Y un día supieron que
estaban enamorados y, entonces...más tarde, vinieron las caricias,
los besos, y eso que llaman amor.
Conozco un caso de libro, empezó la casa por el tejado y se le hunde por falta de buenos cimientos.
ResponderEliminarun final feliz que no es lo habitual, no se llega a dar la oportunidad de conocerse, charlar, pasear, beber y reir. Son muy afortunados
ResponderEliminarEsta es repe, pillín.
ResponderEliminarNo aquí , en el Pábilo; pillina;)
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