Ayer paseé la madrugada.
Amaneció soleado, con mucho viento del
noreste, frío y muy racheado. Ráfagas que ondulaban las espigas. La luz del sol pintaba un resplandor de verde olivo, algo plateado, al
paisaje. Un aire que se revuelca en los sembrados, despeinándolos
en una graciosa caricia.
El sonido del viento puede con todo. El
día es luminoso y alegre. La atmósfera limpísima. Ando por medio
del campo con el trigo a media rodilla, sin obstáculos, a la deriva
, en un mar de olas pipermint que acaricio.
Llego al páramo, y allí me siento a
almorzar y a escuchar con qué sonata me sorprende Dios.
Veo unas flores de un blanco dental .
Bajo a por ellas, hago un ramo, y las
envío por watsap a Manuela: “este ramo es para ti, y un besico en
cada pétalo que lo compone”.
También se lo envío a mi madre, y a
alguien más, pero sin besicos.
Regreso dando una vuelta. El viento dibuja los árboles dándoles formas fantásticas.
¡Dios mío!, ¡qué mañana!.
Acariciar el trigo.
ResponderEliminarEl hombre ante la naturaleza, practica .
Para despues acariciar las almas.
...
La cara al viento.
Y sentir el empuje de los angeles.