Lo cuenta Spaemann, un filósofo.
«Cuando yo tenía cinco años me vi
perseguido por una bruja durante el sueño. Ella corría detrás de
mí por una calle del pueblo y yo corría para salvar mi vida. La
distancia se iba acortando cada vez más. De repente se me ocurrió
algo que mi madre me había dicho: las brujas no existen.
Mi madre decía siempre la verdad. Por
lo tanto, la creía más a ella que a las apariencias. Y mi
conclusión fue que la bruja tenía que ser un sueño. Solamente se
trataba de despertar antes de que la bruja, cuyo aliento ya sentía,
me agarrara. Confiando en la palabra de mi madre empecé a dar
vueltas de un lado a otro hasta que desperté».
Y Spaemann concluye: «Mi modo de
actuar no respondió a ningún criterio empírico que pusiera de
manifiesto que la bruja era irreal. Más bien se trató de un acto de
fe que me hizo arriesgarme a tenerla por irreal».
Ese mismo recorrido hemos tenido que
desandar algunos, pero con unos cuantos años más que cinco. No
hemos tenido una madre que nos dijera que las brujas no existen ,
pero sí que hemos encontrado alguien (yo a Manuela).
En ocasiones lo tuvo que
hacer uno solo, aunque estos acaban por no creer en casi nada, en nadie.
Sí, las brujas no existen. No tengas miedo, seas quien seas lect@r amig@, no existe el
rejalgar, no existe la traición a nadie cuando has obrado en
conciencia, no existe todas las patrañas y cuentos chinos que te han
contado. Todo eso es mentira, una inmensa trola.
Lo diga quien lo diga, se ponga como se
ponga.
Obrar en conciencia y tener la certeza de que no pueden alcanzarte o hacerte daño. Es cierto, lo que no hay que tener es miedo, que es el que nos paraliza.
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