miércoles, 31 de julio de 2013

SILENCIO.


Esta mañana salí a andar. La imaginación era una yogurtera de sensaciones tristes, de pensamientos que rechazaba con la mano, o con un gesto negativo, porque me daban miedo.

Hace un calor denso, un silencio de espigas , sin rumores de aire sobre las cañas. Es un amarillear casi dorado el de este amanecer.

Me han llamado dos amigos,Isidro y Alfredo. Los dos acaban de traer dos criaturas al mundo. ¡Bienvenidos!. Es el ciclo de la vida, nacer, crecer, reproducirse y morir. Siempre ha sido así. Unos nacen y otros mueren.

Recuerdo el primer beso que le di- en realidad , le pedí permiso para hacerlo. Tardé meses en hacerlo. Sentía por ella un respeto que me obligaba a no cruzar una frontera que antes, con otras, la traspasaba y cruzaba hasta derrapar y dejar las huellas de la frenada en una carne que poco a poco me hastiaba.

Recuerdo ese primer beso en una cafetería irlandesa en la calle Miguel Íscar. Un beso que no fue casi nada, y que lo anunciaba todo. Un futuro de compromiso. Una folía que nos regresó al estado más maravilloso.

Dios, ¿por qué nos tratas así?. Tú, que sabes mejor que nadie que cuando se ama del todo a una persona, cuando se ha gustado plenamente de esa felicidad única, irrepetible, incomunicable, personal , y secreta, ya no es posible concebir y aceptar que muera.

Ese brillo de su mirada que la infinidad de los tiempos no volverá a reproducir, esos gestos, esa sonrisa, su ternura, su voz, su sensibilidad...¿para qué los hiciste así y los abandonas a mitad de camino?. ¿Era necesario hacerlo así, en estas fechas, y de esta forma?

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