No la conocía. Me pareció prepotente,
pija, con un ego descomunal, que disfrazaba un complejo de
inferioridad muy de “mujer sobradamente preparada”. Transmitía
una agresividad que era más una pose, quizás la formaron así en
alguno de los másters que ha hecho.
Le acompañé a una visita, pues le
pasaba los bártulos comerciales de mi zona.
El director del colegio preguntó por
Manuela.
Terminada la conversación, en el
parking, me dice “¿quién es Manuela?”.
Le hablo de Manu...
Y rompe a llorar de una manera serena,
sin estridencias. No sé qué hacer- nada de lo que estaba contando
era extraordinario, ni siquiera emotivo.
- No rezo, ni creo en Dios, pero
dile a Manuela que estaré cerca, porque sí creo en que nos podemos
ayudar de muchas formas desde la distancia...y se lo diré a mi
madre, está paralítica desde hace años, y ella sí que tiene una
fe gigantesca...cuenta con ello.
Me equivoqué, otra vez. Otra vez
juzgando apariencias, otra vez de don listo, otra vez haciendo el
gilipollas...¿cuándo conseguiré desembarazarme de tanto
prejuicio?
Tal vez cuando puedas ver a los demás como hijos preciosísimos del Padre. Y cuando sepas que ellos son amados por el Padre igual o más que tu. Entonces tu mirada será diferente.
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