El sábado estuve en el Monasterio de
la Santa Espina de andarín, y pensé en invitar el domingo a
Manu.
La Santa Espina está muy cerca de
Valladolid, y merece la pena darse un volteo.
Fue una mañana fresca, ventosa y
limpia. El aire ponía sobre las cosas un resplandor de una
luminosidad que hería los ojos, y parece que la primavera tiene
ganas de comenzar la fiesta.
Nos dimos una vuelta por el Monasterio...nada cultural...
Nos dimos una vuelta por el Monasterio...nada cultural...
Es un pequeño lago, que hoy tiene un
color verdoso, con reflejos de luz rutilantes , provocados por la
brisa que acaricia vagamente la superficie, rizándola picudamente.
Hay unas pocas ánades que nadan
despreocupadas , y que batean las alas con fuerza para despegar al
ser sorprendidas, mientras parpan cabreadas como viejas
cascarrabias.
Estamos un buen rato en silencio en la
orilla. Es una finura descubrir nuevos sonidos a este paisaje,
sencillo, lejano, claustral.
Una senda rodea toda la laguna. Fumo un
cigarrillo en la orilla, caladas lentas, pastosas y de aromas
mañaneros. Lanzo una piedra al agua , que cae como si un pez saltara
acechando una pieza y salpica en su caída.
Luego, se forman círculos de agua cada
vez más amplios, en todos los sentidos...finalmente, la calma de
nuevo. Pero no el mismo silencio de antes.
Así es nuestra enfermedad...primero el susto de una piedra que cae en el alma, al peso, salpicando la vida...después, la lenta y expansiva aceptación de sus consecuencias...por último, la serenidad, la paz: pero ya no será el mismo silencio de antes. Ya no habrá silencio.
Así es nuestra enfermedad...primero el susto de una piedra que cae en el alma, al peso, salpicando la vida...después, la lenta y expansiva aceptación de sus consecuencias...por último, la serenidad, la paz: pero ya no será el mismo silencio de antes. Ya no habrá silencio.
Terminamos tomando un vino al sol. Le
pedimos a una familia, de aspecto sospechosamente familiar para mi ,
y se lo hago saber a Manu – un Range, cuatro hijos perfectamente
conjuntados , dos niñas, dos niños, no les falta un
detalle...hasta los papis iban a juego, todo muy campero- si podían
hacernos una foto. La niña se prestó...sólo que puso el dedo donde no
debía...
Le pregunto dónde estudia...”en
Montealto”, contesta.
- ¿Qué te dije?- le guiño a Manuela.
Le iba a preguntar a la madre por la
profesora de la entrada de “Ensalada de pepino en el colegio
femenino” (un bestseller con casi 700 visitas) , pero me abstuve: hice en su día voto de silencio, y ya
he dicho demasiado.
¡Un domingo cualquiera!
¡Un domingo cualquiera!
Me ha encantado el lugar que desconocía a pesar de tenerlo cerca. Me conmueve ese proceso de aceptación, la serenidad, la paz, y esos ratos de silencio, aunque después no haya silencios...
ResponderEliminarEn cuanto a la familia, se les nota a leguas...jejeje
Un abrazo.
Eres alto, como la espigada torre de una iglesia gotica.
ResponderEliminarY la Piedra, a tu lado, parece un arbotante rubio, de esos que sujetan con elegancia la ingravida boveda de arenisca.
Otro dia, tal vez, os puedo enseñar el Museo Sorolla, o el Museo Cerralbo.
Merecen la pierna.
...
Ya llega el buen tiempo.
La luz, ese regalo intimo y salvaje, colisionando contra cuadros de potencia estratosferica, os espera en mi pueblo.
Y tranquilo.
Los domingos no hay atascos.
Los domingos luce el sol, y el conductor sale de museos.
Apuntaos.
Se incluye en la invitacion comida familiar con ministra incluida.
Y niñas que hacen preguntas.
Y dos tortugas.
Y de sobremesa, una de Chaplin.
...
Precios populares.
Susillooooo, no te pases de listo que veoooo!!! Si te portas bien, te mandaré un "Ensalada de pepino: the make of"… :P
ResponderEliminarQué fotos tan bonitas y vaya tipazos que tenéis los dos…
Y ahora, a callar!
¡Morley!
ResponderEliminar