Bennet
Cerf relata este conmovedor episodio sobre un autobús que iba dando
tumbos por un camino rural en el sur de los Estados Unidos.
En
un asiento iba un delgadísimo anciano con un espléndido ramo de
flores frescas en la mano. Al otro lado del pasillo viajaba una
muchacha cuyos ojos se volvían una y otra vez hacia las flores.
Cuando le llegó el momento de descender, impulsivamente, el anciano
dejó caer las flores sobre la falda de la chica.
—Ya
veo que te gustan las flores —explicó—, y creo que a mi mujer le
gustaría que las tuvieras. Le diré que te las he dado.
La
joven le agradeció las flores y se quedó mirando al anciano que,
tras bajarse del autobús, cruzó el umbral de un pequeño
cementerio.
Estamos
vivos, no lo olvides. Cuida de tus vivos.
Mi padre falleció hace dos años.Tu entrada me ha recordado una conversación que mantuvimos días antes de su muerte.No quería que fuésemos con flores al cementerio porque allí no hay nada, sólo despojos.Y añadió "si queréis visitarme hablar conmigo,os escucharé".
ResponderEliminarEs lo que hago.