Son
pocas las personas que en propiedad pueden decir “vine al mundo”:
los astronautas que salieron de esta Tierra y regresaron.
Los
demás no sabemos de donde vinimos. Hay muchas teorías, unas más
sentimentales que otras, algunas realmente de una explicación
frigorífica. Aunque me engañe, me agrada pensar que Manuela y yo
estábamos destinados a conocernos, y no pensar que somos
espematozoides y óvulos, adn's, células y puro azar.
Tiene
que haber otro sentido en esta vida, si no, ¡vaya mierda!
Que
no sepamos de donde venimos no indica nada.
Sabemos
que la Tierra es azul porque alguien desde el espacio la vio, la
fotografió, y nos lo contó...nadie antes nos había visto desde esa
distancia.
Pero
a la alegría de ese astronauta que regresó contando nuestro color
le falta algo: poder compartir esa experiencia con alguien que
también haya visto lo mismo. Es triste ver algo tan maravilloso y no
poder compartirlo y renovar esa maravillosa visión.
Porque
“haber visto” no es sustituible por ninguna descripción, ni
siquiera con una fotografía, por muy buena que ésta sea (tampoco es
lo mismo ver “Las meninas” en el museo del Prado, que en una
fotografía...y ya no digamos verlas en el lugar que dispuso
Velázquez.: “haber visto” sólo se compara con “haber visto”.
¿Quién
no ha tenido la experiencia de haber ascendido al Aneto, sin tomar
fotos de la excursión, y sólo al cruzarte con alguien que también
subió al pico compartir el recuerdo que nos une?. Hasta ese momento
todo queda en nuestra memoria y nuestra sensibilidad oculta a ojos
que no entenderán qué es eso de subir al Aneto.
Hasta
que otro ser humano también hubiera visto, yo tendría dentro de mí
un gran silencio, aun cuando hablara.
Supongamos
que alguien en el mundo ya haya visto a Dios y nunca haya dicho una
palabra. Pues, si ningún otro lo vio, es inútil decirlo....
Pero
todo ese gran silencio que nos rodea, no demuestra nada...todavía. Y
ante ese Silencio , me quedo pensando que todo este camino es
personal e incomunicable, pero nada frío.
Sin duda, y luego están los que, viendo el Aneto, Las Meninas en el en Prado o tenga muy cerca a Dios, no lo ven.. Y justo esos no se callan, pero no valoran.
ResponderEliminarOlé, POETA!!!!
ResponderEliminarA finales de septiembre asistí a una jornada astronómica en el museo de ciencias, Cosmocaixa, en Alcobendas.
ResponderEliminarUn grupo de astrónomos aficionados, con unos enormes telescopios, se instalaroan en los jardines del museo, de noche, y nos ofrecían a los profanos unos minutos de observación.
Cuando me llegó el turno observé dos luces brillantes.
"Mire usted, el cielo es una foto del pasado" - me aleccionaba un astrónomo que se parecía más a un rockero con pañuelo vistoso en la cabeza que a un científico -
"No le entiendo".
"Las dos estrellas que usted está viendo ahora mismo, se apagaron cuando Cristóbal Colón descubrió América; hacia 1.492"
"SI se apagarom hace tanto tiempo, ¿ cómo es que las veo hoy ?"
"Tenga en consideración que para que usted las pueda verlas hoy, su luz ha tenido que recorrer la distancia existente entre la estrellas y la Tierra.
Cuando miramos el cielo, vemos una imagen del pasado, pues algunos de los cuerpos brillantes dejaron de existir hace siglos".
Me quedé solemne. Volví a mirar y me recreé observando la luz de dos estrellas, que habían dejado de existir hace más de quinientos años.
Y entonces supe que existe una relación íntima entre Dios, la luz, el tiempo, las distancias astronómicas y el alma de las personas a las que amamos.
Aunque sería incapaz de explicarlo.