Es sobrecogedor este cuadro de Rembrandt, “Tormenta en el Mar de
Galilea”.
Muestra cómo las olas y el viento zarandean la barca en la que
viajan Jesús y sus discípulos.
El maestro de la luz divide la escena en dos ambientes. La mitad de los discípulos se entregan denodadamente en la proa, iluminada por el reflejo de la luna sobre el mar, a la tarea de tensar las jarcias y otros aparejos para dominar las velas y hacerse con el control de la embarcación.
El maestro de la luz divide la escena en dos ambientes. La mitad de los discípulos se entregan denodadamente en la proa, iluminada por el reflejo de la luna sobre el mar, a la tarea de tensar las jarcias y otros aparejos para dominar las velas y hacerse con el control de la embarcación.
La otra mitad rodea a Jesús en la penumbra de la popa, ora
instándole a actuar, ora aguardando pasivamente su decisión de
imponer o no la calma sobre la naturaleza desbocada.
Para algunos ahí está la frontera entre los tiempos antiguos en
los que los griegos se arrodillaban ante los vientos invocando la
misericordia de los dioses y la edad moderna en la que el hombre ha
dejado de estar «pasivo ante la naturaleza» y ha pasado a gestionar
el riesgo inherente al propio concepto de civilización y progreso.
Pero Rembrandt cuando pinta guarda muchos secretos. El cuadro no
sólo refleja esa divergencia entre quienes tratan de dominar la
tormenta y quienes se dejan llevar por ella, sino también los
distintos grados de respuesta emocional ante la sensación de
peligro, pues en ambos grupos hay quienes tienen la angustia pintada
en el rostro y quienes afrontan el desenlace con serenidad
imperturbable.
Jesús está sereno, junto a Él unos esperan su Palabra, y otros,
acojonados, luchan.
Luchamos Manuela y yo enfrentándonos a la galerna desatada...y
Jesús, que haga lo que quiera.
Serenidad, angustia... imagino que se pasa por muchas fases. Lo importante será no perder el norte y seguir luchando.
ResponderEliminarTengo una amiga con fibromialgia y fatiga crónica. Esto se lo envío tal cual (ya le recomendé tus blogs, quizás Elena nos esté leyendo)
El otro día vimos en casa una película en la que este cuadro tiene cierto simbolismo. Es una especie de Thriller de Danny Boyle llamado Trance, creo.
ResponderEliminarOtra película que recomiendo vivamente es la última de Geoffrey Rush, La mejor oferta.
Los personajes humanos del cuadro se dividen entre los activos que luchan a degüello, y los pasivos que dejan que las cosas ocurran.
ResponderEliminarPero ambos grupos tienen algo en común, su humanidad y una determinada actitud ante la tormenta.
Sólo hay un personaje que transmite cierta paz, un aire de quietud, un aura de bienestar indiferente a las dificultades del momento. Jesús.
...
Va a su bola, como si la tormenta, el destino, las dificultades, el posible naufragio y la estabilidad de la arboladura, fueran conceptos relativos.
Tal vez sea una metáfora, una postura filosófica, una cosmología humanista o simplemente una señal.
Pero es el único a quien la tormenta, no le atormenta.
Da para pensar, para sentir o para no sentirse solo.
O para las tres cosas.