viernes, 18 de abril de 2014

UNA CONFESIÓN.


El martes fui a confesarme.

Eran las 8 de la mañana y tuve que deambular por tres iglesias de Valladolid hasta encontrar un cura.

Lo encontré en la sacristía de la Antigua. El hombre, con el alzacuellos alavirulé, sudoroso, me acercó una silla, y después de Avemaría de rigor, le di a la hebra.

Fue una buena confesión, y lo sé porque salí con una paz y una alegría estupendas.

Hace años tomé una decisión respecto a mis confesiones :antes de pedir perdón  soluciona de raíz el propósito de la enmienda , y no al revés. Si sabes que después de esa confesión volverás a las andadas (me refiero a temas de cuajo), tómate en serio el sacramento, y a ti mismo.

Llevaba tiempo deseando recibir el sacramento, pero tenía alguna cuenta pendiente, y un problemilla que resolver. ¿Qué sentido tenía abrir de par en par las ventanas del alma, si tienes un muerto en el armario?

Cuatro meses después, pensé que es tiempo suficiente para la descomposición del muerto. Ya ni huele.

Por eso me confesé.

Otra cosa es que hay asuntos que no son pecado, son enfermedades. Si es así, déjate ayudar profesionalmente.

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