Hay cosas que sólo ven los ojos que
han llorado mucho.
“Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor y la de la muerte”,
escribió Miguel Hernández. La vida, el amor, la muerte... van
dejando heridas. Pero, cuando está enfermo,
parece como si las tres heridas se hubiesen dado cita a la
misma hora y en el mismo lugar.
Las preguntas se acumulan en la mente
de quien padece sin que haya respuesta : ¿por qué la
enfermedad? ¿Cuál es su
origen? ¿Sobrevivirá? ¿Qué será
de los míos? ¿Por qué ha de padecerla ella ? ¿Por qué Dios paga así? ¿Por qué no
atiende mis peticiones?
¿Por qué guarda silencio ante el
sufrimiento de los hombres? ¿No será tanto dolor humano
desatendido una prueba palmaria de que Dios no se
ocupa de nosotros, y que no nos ama y está desinteresado
de nuestra suerte? Y, si Dios no nos ama, ¿existirá?
En las horas de soledad o en las noches
de insomnio zumban y ronronean como un molesto moscardón
por la cabeza las preguntas de siempre : ¿Existe el cuidado amoroso
de Dios si estamos condenados a amasar el pan de la vida
con la sal de nuestro sufrimiento y las lágrimas de
nuestros ojos?
Imagino antes de dormir que toco la
orla imaginada de un Nazareno al que sólo veo los pies, y susurro,
“¡cúrala!”
Así, sea. Me uno a las oraciones.
ResponderEliminarCuando un niño pequeño le pide algo a su padre y éste no se lo da porque no le conviene a veces el pequeño se pone a patalear y berrear porque no entiende la decisión.
ResponderEliminarA mi me sirve intentar verme como un niño pequeño respecto a Dios cuando lo estoy pasando mal y no entiendo nada.
Tengo para mi que a mi hija de 6 meses le curo el cancer. Le he comentado lo tuyo. Animo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSigue susurrando, Mauricio. Hasta encontrar la palabra perdida...
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
(Estamos a tu lado)
¡Gracias a todos!
ResponderEliminarPero,conste, que las entradas del Pábilo son "nuestro secreto"
Escribo aquí con la herida sangrando
Sólo te(os) acompaño en silencio... no sé qué decir..... y rezar, rezar, lo poco que sé
ResponderEliminarAlf.
Decía C.S. Lewis que "los momentos en los que el alma no encierra más que un puro grito de auxilio deben ser precisamente aquellos en que Dios no puede socorrer. Igual que un hombre a punto de ahogarse al que nadie puede socorrer porque se aferra a quien lo intenta y le aprieta sin dejarle respiro. Es muy probable que nuestros propios gritos reiterados ensordezcan la voz que esperamos oír."
ResponderEliminarTal vez todo sea cuestión de aceptar que Dios no sólo tiene un poder infinito... Sino también una sabiduría infinita, en la que encajan esquemas que no podemos entender nosotros.
Claro que esto sólo la teoría. En la práctica cuesta. Mucho. Muchísimo. Y te revuelves con toda tu humanidad herida. Cuenta con mis oraciones y un abrazo muy muy fuerte.
Emma Morley.
"Nuestro secreto" nos une de manera especial aún en la distancia.
ResponderEliminarAbrazos.
Sssshhhh... Silencio. ;)
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