Manuela no estaba por la labor de
asistir al concierto.
- Además, ¿cómo vamos a
conseguir vestido para esa gala?
- ¡Lo alquilamos!- le contesté-,
¿cuántas oportunidades tendremos de ser invitados a una ceremonia
así?.
Argumenté de muchas maneras, pero fue
la ilusión que vio en mi la que hizo que accediera a ir.
Desde el Hotel nos hicieron el pedido
de los trajes, y cogimos un taxi con la ceremonia de los grandes del
mundo: ella con un precioso vestido rojo, escotado en la espalda, y
con los complementos necesarios para dejar enmudecida a la mismísima
Coco Chanel. Y yo , de frac, chistera y mocasines de charol, un fular
blanco, y un puro en los dedos.
Llegamos al Parque del Retiro con unos
minutos de antelación.
No había un alma.
La noche , cerrada como boca de lobo,
anunciaba una tormenta panzuda de nubes aceradas, preñadas de
océanos.
Lüdwing apareció andando solemnemente
de alguna parte. Vestía como le había visto por la mañana. Sólo
había añadido a su ajuar una batuta y dos sillas que portaba en
cada mano.
- Lüdwing...he venido con mi mujer a
un concierto y aquí no hay nadie. ¡Estamos haciendo el
ridículo!...¿qué broma es ésta?
- Siéntense, por favor, el
concierto dará comienzo en unos minutos- dijo con la seriedad de
los mayordomos que ocultan su MANDÍBULA PROGNÁTICA camuflada en una espesa barba.
Nos ofreció las dos sillas. Acercó a
Manuela la suya gentilmente, y después la mía.
Anduvo unos pasos hasta quedar a unos
cinco metros de nosotros.
Por suerte había muy poca gente en el
parque, y la poca que había corría angustiada presintiendo que las
nubes romperían de un momento a otro en una tormenta fabulosa.
Lüdwing sacó la batuta, golpeó sobre
un atril imaginario e hizo la estatua.
Manuela me miró...”¡este hombre
está loco!, ¡ a la vuelta hablamos!
Una brisa de aire arremolinado centrifugó las copas de los árboles y comenzó
a bullir a nuestro alrededor levantando las hojas del suelo, y
acariciando los parterres.
Lüdwing comenzó a mecer las manos como
dirigiendo ese céfiro , cálido y agradable como un hálito celeste.
Así estuvo un minuto, acompañando con la batuta ese vientecillo que
jugaba a envolver el parque en suaves vaivenes.
Pronto se cargó la atmósfera de
nubarrones acompañados de rayos y truenos, y un viento huracanado
que daba una nueva musicalidad al parque. Lüdwing, enloquecido,
dirigía la tormenta como una orquesta imaginada que a sus órdenes
ejecutara una sinfonía creada por un dios encolerizado.
Descargó la tormenta una lluvia
copiosísima, densa, precipitándose en goterones que retumbaban sobra
la tierra, los árboles, el asfalto, en charcos de sonidos
estridentes. Lüdwig dirigía todo ese girigay , con los cabellos
húmedos, chorreando su melena al viento, con aspavientos de
latigazos que elevaban al cielo gotas como chispas encendidas.
Manu y yo, abrazados, sin importarnos
toda esa furia de la Naturaleza que contemplábamos asombrados de su
belleza, perdimos la noción del tiempo. Escuchábamos ese concierto
de la tropósfera condensada a nuestros pies como espectadores únicos
de un espectáculo que sólo se realizaba para nosotros.
Rayos, relámpagos, vientos de
turbulencias erráticas, el sonido de los árboles del parque, la
lluvia desatada, parecían obedecer la batuta del maestro que, fuera
de sí, encauzaba esos cientos de interpretes, y sus variaciones de
cuerda, percusión, metal, contrabajo, viento...
El espectáculo era pasmoso.
Poco a poco la tormenta amainó, se
alejaba en sordina, disminuyendo su intensidad, dejando al final una
ligera brisa...y después el silencio.
Lüdwig, cerró los ojos , mientras con
el dedo índice indicaba al parque que fuese haciendo mutis de modo
progresivo. Finalmente, se abrazó a sí mismo en un último gesto
algo histriónico. Y todo que dó en silencio.
No pudimos menos que levantarnos de
nuestras sillas y aplaudir, empapados y maravillados de la
composición que habíamos escuchado...comenzamos a aplaudir y gritar
con todas nuestras fuerzas, “¡¡¡AUTOR, AUTOR, AUTOR!!!
Lüwig se giró, nos miró, hizo un
gesto abriendo las manos , como abarcando con sus brazos toda una
orquesta que estuviera a sus espaldas, y con una solemne reverencia,
se marchó por donde vino.
Nunca más lo volvimos a ver.
Vaya trola!!!!
ResponderEliminarTotalmente cierto.
ResponderEliminarEl Retiro es el crisol de la humanidad, donde los sueños atávicos se dan cita para materializarse en un espacio donde lo imposible se produce.
Domingo de invierno, anochece. Paseo con mis hijas en las proximidades del monumento de Alfonso XII, una semicircunferencia borbónica con un sentido incierto.
De repente. un sonido de tambores lejanos.
Ancestral, repetitivo. Africa en estado puro se desboca en el centro de una ciudad del primer Mundo.
Camerunenses,angoleños, marroquies, indios, una chica de Albacete y un profesor del conservatorio de la calle Arturo Soria.
Cada uno con su instrumento de percusión, cada cual de su padre y su madre, todos alrededor del semicírculo borbónico.
Y de pronto la magia.
Un africano, más ágil con los dedos que una leona tras un antílope, se sitúa en el centro del semicírculo con una pequeño tambor y comienza a dirigir una orquesta multicultural de una cincuentena larga de percusionistas internacionales.
Todas las razas unidas en una acompasada e improvisada composición libre.
El Ganges, el Nilo, y el río que pasa por Albacete que no sé cual es, unidos en el mejor concierto de percusión que jamás haya oído.
El tiempo transcurrió con un ritmo ancestral y atávico.
Bailé con mis hijas en compañía de varios transeúntes dominicales.
Mientras que Alfonso XII, encaramado en lo alto de un pedestal y montado en un musculoso caballo, nos mirada asombrado.
Como suelen mirar los Borbones.
Hola, me he acordado de Manuela al leer el artículo de hoy en La Contra de La Vanguardia. He intentado pegar el link pero no puedo desde el movil. Si buscas La Vanguatdia La contra Jano Galan te sale.
ResponderEliminarSí, pero hay que ser supscritor para bajarla
Eliminar¿Puedes hacer copia y enviármela a mi mail?
Gracias
sustobaru@gmail.com
Me ha gustado esta historia.Mucho. Gracias.
ResponderEliminarSon de esas aventuras que parecen imposibles. Y todo porque preguntas a la gente, te acercas, te interesas. Qué maravilla!!!!!!!!
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