Fuimos temprano a la inspección
médica. Nos habían citado para cursar la posible baja permanente.
La delegación se presenta con una
recepcionista uniformada , y en la sala de espera un guardia de
seguridad con cara de pocos amigos que toma nota del DNI. Todo tiene
su razón de ser: mucha de la gente que espera allí , somnolienta y
lanar, esconden un borde , una picaresca que se las sabe todas.
Llaman a una. Se levanta la señora
sofocada, expectante a una visita que, intuyo, puede ser la lotería
de su vida. Le acompaña un hombre muy de este Valladolid de aluvión
industrial. Puede ser un “Fasero”, un “Michelinero”....un
poligonero.
Salen a la media
hora, malencarados y a gritos. Parece que no les han concedido la
baja que pedían. La señora , abotargada y con una papada de
pliegues acordeónicos, se queja sin mirar nadie. Es algo estéril,
porque allí cada uno va a sus asuntos.
Nombran a
Manuela y entramos en el mismo despacho.
Nos recibe
sentado en una mesa neutra, metalizada, a juego con las luces de neón
del techo, un médico con cara de funcionario. Nada en él hace
presumir la bronca que le acaban de echar hace un minuto. El hombre,
con aires de tortuga, se muestra hierático, está , como la tortuga
en su pecera, en su elemento exacto, de una rotunda obviedad,
acostumbrado a ese paisaje, invulnerable a cualquier drama que pueda
presentarse. Cerrado a toda sorpresa desagradable.
No se cree nada
este personaje.
Estudia
detenidamente el informe de Manuela. En sus pupilas , y en un mal
tragar que le sube y baja la gola en la garganta de un modo notable,
parece que sabe a qué nos enfrentamos.
- ¿Qué
quiere que haga?- pregunta con monótona profesionalidad.
- Me gustaría
estar un año más con la baja temporal- contesta Manuela con su voz
gangosa, ya casi difícil de entender.
- Le puedo
cursar la baja permanente.
- Si puede
ser, quisiera esperar un año, a ver cómo evoluciona...me gustaría
volver a trabajar.
- La verdad
es que usted no ha tenido una baja en toda su vida laboral- comenta
mientras mira la pantalla del ordenador.
- Me gusta mi
trabajo.
- Muy bien,
le tramito un año más...de todas formas, en cuanto usted quiera,
venga por aquí y yo me encargaré de gestionar la permanente. Por
aquí me refiero a este despacho, a veces se puede tramitar mal y
perder derechos.
Tuve la
sensación que aquel hombre escondía una emoción...quizás, o mejor,una intuición que le emocionaba.
Y yo también tuve
la misma emoción.