Leo una frase que me remueve: no digas
nunca “te amo” sin que sea verdad.
Me ha inquietado y, leyéndola, hice
un gesto de incomodidad. Algo me acusa allá dentro.
He dicho muchas veces “te amo”, o
“te quiero”, sin que fuesen verdad esas palabras.
Puedo esgrimir mil circunstancias
atenuantes, escusas que me eximan de juicios inflexibles, razones de
conveniencia. Da igual, siempre hubo un abuso de confianza...¡es tan
fácil engañar abusando de la confianza de los débiles!.
Es verdad que hay mujeres que necesitan
oír un “te quiero” tan falso como el huevo que deposita el
Cuco en el nido de la Busqueta para que puedas hacer algo y matar el
hambre de mal año.
Pero insisten, e insisten...y uno
pronuncia las dos fatídicas palabras, así, por decir, para que se
quede tranquila, y puedas terminar la faena, y adiós muy buenas: si
te he visto no me acuerdo.
Cuando hace unos días escribí que, de
encontrarme con Jesucristo en el camino, antes que demandarle que me
curara de una enfermedad, le pediría que me perdonara mis pecados,
me refería a esto.
Esa es la gran diferencia entre Manuela
y yo: ella no sabe qué es mentir.
Y la mentira, lo sé, siempre se paga
cara, dependiendo de la dimensión del agravio...pero siempre se
paga.
"Obras son amores, no buenas razones" En mi humilde opinión, tus actos hablan por ti. Y hablan bien de ti.
ResponderEliminarY en esos casos a los que te refieres, decías lo que la otra persona quería escuchar en ese momento. Ella sabía de su falsedad, de tu falsedad, de vuestra falsedad, estabais en otra cosa.
Creo que eres muy duro contigo mismo. Y que tienes conciencia.
Yo quiero ser como Manuela!!!
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