“Viajar con ilusión es mejor que
llegar”, escribió Stevenson.
Hoy no queda otra que “viajar con
ilusión”. Llegar importa nada.
Cuando ascendía a la cima de una alta
y lejana cumbre, obligado por mi padre, me refugiaba durante horas
en fantasías tan intensas que olvidaba los paisajes, los esfuerzos
desfibrados y jadeantes, el sudor que escocía los ojos.
Años después , cuando el camino se
hacía interminable, tortuoso, con unos zigzags que te obligaban a
recorrer cientos de metros para ascender una mínima parte de la
empinadísima senda , con frecuencia levantaba la mirada hacia la
cima para superar el desánimo y el desaliento.
Imaginaba la futura recompensa: un
hombre solo en la cima de un tres mil, sobre la estúpida idiotez
gigantesca de una montaña , contemplando valles que se pierden a lo
lejos en vahos azulados , llega a calidades y delicadezas
indescriptibles.
Pero hoy no hay vista que alcance la
cima. Todo es ir a ritmo, mirando el suelo que alcanza la vista,
vivir esa zancada como si fuese la única. Serenos, al ritmo de ella.
Suso ...no se a que altura está la "cuesta", pero sigo subiendo....
ResponderEliminary con vuestro permisio, tb os acompaño...
Asi se debio sentir Jesucristo camino del calvario, cada zancada un mundo, con la pesada cruz sobre los doloridos hijares.
ResponderEliminarAsi es la naturaleza humana, donde todos tenemos problemas de perspectiva, y lejos de la cumbre no podemos ver ni sentir mas que lo proximo, la siguiente curva.
Desde aqui solo decirte que nos veremos en la cumbre.
Apretandonos un bocata de chorizo para luego fumarnos un Ducados.
Y seguro, que entonces, admiraremos el paisaje.
Con careto de niños.
¡Queda para la cima!...
ResponderEliminarDe momento, si no se tuercen las cosas, en febrero haremos una paradiña en Roma para mirar la cima
La cima me desborda. No puedo pensar. Ni caminar. Solo puedo llorar. Tu blog es brisa.
ResponderEliminarSuso, yo no sé mucho de estas cosas, ni de nada, pero sabes que yo también sigo día a día un camino sin vista que alcance la cima... Y sí puedo decirte una cosa; llega un momento en que de tanto caminar te olvidas de la dichosa vista y simplemente ya no la necesitas. Ese día te vuelves como Sísifo, y la desesperanza ya no puede contigo. Es el día en que comprendes que ella, la cima de fuera, es sólo un símbolo, como la luz verde de Gatsby; podrías pasar horas contemplándola sin avanzar nada. La cima de verdad es la que va contigo, la que palpita en ti mientras caminas. La cima de verdad son tus propios pasos hacia ella, los actos que, día a día, hacen o deshacen tu carácter.
ResponderEliminarY lo que yo veo aquí es que Manuela es una luchadora nata, y que lleva dentro una cima como La Bola del Mundo.
Un besote. Emma Morley.
Gracias y muy buenos comentarios
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