Schopenhauer se hacía la pregunta en
su ensayo Sobre los fundamentos de la moral: “¿Cómo es posible
que un sufrimiento que no sufro yo, ni me concierne, me afecte
inmediatamente como si fuera mío, y con tal fuerza que me lleva a la
acción?
Es un misterio difícil de explicar.
Ponerse en el lugar del otro no es algo desconocido ni siquiera para
el egoísta de corazón más duro. Aparecen ejemplos todos los días
ante nuestros ojos de respuestas de este tipo, instantáneas, sin
reflexión, de una persona ayudando a otra, yendo en su auxilio, aún
poniendo su propia vida en claro peligro por alguien a quien ve por
primera vez, sin tener en mente nada más que la necesidad del otro y
el peligro que corre su vida ...”
La respuesta de Schopenhauer era que la
reacción y respuesta inmediata representaba la emergencia de una
revelación metafísica que nada expresa mejor que la frase “Tú
eres eso”.
Nos identificamos con algo distinto de
uno mismo, de modo que el otro ya no sea percibido como uno extraño
indiferente sino como una persona “en la cual sufro, a pesar del
hecho de que su piel no envuelve mis nervios”.
La frase “tú eres eso”, los
católicos la llamamos “comunión de los santos”.
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