Hay lecciones que aún no sé. Hoy toca
aprenderlas.
La diferencia entre estar enamorado,
vivir una vida tranquila y encarrilada, y aprender que es eso de “en
la salud y en la enfermedad”.
Aprender que los besos , esos besos,
son únicos, como un viático...y las caricias, y los abrazos en
silencio... aceptar que las cosas han venido así , y enfrentarnos
a ellas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de
un niño y no con la tristeza de los perdedores, como si fuésemos
los piratas de Asterix, que ya dan la batalla por perdida antes del
asalto.
Piensas que todo ya está bien y ahora
me entero que los proyectos y el futuro tienen la costumbre de no
cumplir tus deseos y tus sueños.
Estoy aprendiendo a callar y contemplar en silencio. Hablar no
siempre alivia. A cada uno le duele su dolor. Me duele su situación,
y la forma más hermosa de ayudar es ESTAR, estar a su lado, que sepa
que estás, aunque parezca que no haces nada.
Estoy
aprendiendo a observar la grandeza de mucha gente y mi pequeñez.
En fin, no importa en cuantos pedazos
se me partió la vida, el mundo no se detiene para que la arreglemos.
El tiempo no es algo que pueda volver
hacia atrás, por lo tanto, vamos a cultivar lo que queda de
nuestro pequeño jardín y sembrar de nuevo, en vez de esperar que
alguien te traiga flores.
Vamos a por ello.
Gracias,Todos tenemos problemas y ayudan entradas como ésta.No le conozco y vivo lejos,pero me ha llegado muy dentro lo que escribe sobre sembrar de nuevo.Rezo por usted y su mujer.Y rece por nosotros.
ResponderEliminarRezo poco y mal,pero tengo amig@s que rezan,Cuente con ellos, los que se asoman a esta página.Todo suma,Su comentario también.
ResponderEliminar¡Qué bien lo escribes1
ResponderEliminarCuenta la leyenda que hubo una enorme tormenta.
ResponderEliminarEnormes olas se avalanzaban sobre las naves fenicias.
El viento destrozaba las velas y era imposible usar los remos.
Alli el personal gritaba enfervorecido y acababan dandose empujones unos a los otros.
Una nave atravesaba la tormenta con cierta dignidad.
El capitan hablaba lo justo.
Los marineros maniobraban con calma energica.
La mitad de las velas estaban recogidas.
Excepto la vela mayor, que a media arboladura proporcionaba el suficiente empuje.
Al llegar a puerto le preguntaron al capitan como lo habia conseguido.
Facil! Solo me concentro en la siguiente ola.
Las que han pasado no cuentan.
Y las que han de venir depende de que salte la proxima.
Un abrazo grande
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