El sentimiento de justicia nace precedido del probar en nuestras carnes la injusticia.
Cuando el desgraciado se siente abrumado por el dolor , además de quejarse, grita “¡No hay derecho!”. Lo estamos viendo a diario con el asunto de las preferentes, casos, algunos, muy dolorosos e injustos.
Job, abrumado por su dolor, se enfrenta a Dios…”no me condenes ; hazme saber por qué me sujetas a juicio. ¿Te trae provecho oprimir, desechar la obra de tus manos y mostrarte favorable a los designios de los malvados?".
Y concluye con una pregunta desgarradora “¿ para qué me sacaste del seno de mi madre?”.
Job, abrumado por su dolor, se enfrenta a Dios…”no me condenes ; hazme saber por qué me sujetas a juicio. ¿Te trae provecho oprimir, desechar la obra de tus manos y mostrarte favorable a los designios de los malvados?".
Y concluye con una pregunta desgarradora “¿ para qué me sacaste del seno de mi madre?”.
Y nace en nosotros un sentimiento de compasión. Nos identificamos con el dolor ajeno . La dureza de corazón es la pérdida de algo esencial. Cuando sentimos el sufrimiento de otra persona nos parece que ha surgido un enemigo común. El dolor es la bestia a batir.
Pero me sigue pareciendo injusto. Y no es compasión lo que siento dentro de mi. Es un impulso instintivo que me lleva a desear con todas mis fuerzas que , si de verdad quieres hacer justicia, sea yo el reo de ese castigo.
Porque yo, bien lo sabes, sí merezco esa pena.
Leyéndoos…
ResponderEliminarY conforme, casi hasta el final.
Pero tú, ¿merecedor de qué…?
¡Merecedor del gran amor que os tenéis!
Olvida la culpa. La vida es un misterio; la enfermedad y el sufrimiento forman parte de ese misterio. No entendemos. Nos sentimos perdidos. La enfermedad no es consecuencia de los hechos de nuestra vida, es circunstancia. No hay culpa. Nadie la merece. Simplemente es.
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