domingo, 25 de mayo de 2014

TRISTEZA.


Para llorar se necesita no poca imaginación, y una predisposición a la compasión. Y creo que los que no tienen imaginación les cuesta llorar. No tanto porque sean fríos como porque viven en papel apaisado y con cuadrículas. 

Cuando lloramos, aunque lo hagamos movidos por la misericordia del dolor ajeno, lloramos por nosotros.: sentimos compasión por nosotros mismos porque imaginamos ese dolor como propio. Lo vivimos.

Esa es la razón de la lágrimas de Manuela: que imagina sobre los suyos la hipoteca que deja su enfermedad en nosotros.

Pero no sólo lloramos de pena, por compasión…también se llora de alegría, o de sorpresa, o por una gran excitación nerviosa, o por enfermedad depresiva.
Lo más peligroso no es estar triste – cosa normal – sino ser triste. 

A Manu sus tristezas le duran poco.

Y a mi. 

Cuando eso me sucede, cuando veo que los problemas que tengo encima de la mesa se solucionan  tirándolos a la papelera. A veces  tirándome a mi mismo.

Entonces, es la hora de seguir el consejo de Kant: no concedamos una excesiva importancia ni a las cosas que nos afectan ni a nosotros mismos.


1 comentario:

  1. La mayor parte de los problemas tienden a resolverse solos.
    Entonces caes en la cuenta.
    No era un problema, sino una circunstancia.

    ResponderEliminar