martes, 5 de noviembre de 2013

ENFERMOS.


Todos estamos enfermos.

O, mejor, todos somos enfermos. Puedes vivir tan al día, mientras no te suceda nada, que ignores tu condición. Pero, no lo dudes, eres un enfermo.

Y si quieres un consejo, que ya sé que no lo pides, “ponle nombre a tus enfermedades”. Esfuérzate en conocerte, auscúltate. Transita en tu silencio interior sobre tu tierra y haz un mapa de tus desiertos, de tus valles, de tus montañas, de tus verdes praderas, o de tus pantanosos lodazales...descubre tus plantas, las buenas y las malas, tus flores, algunas tan hermosas como frágiles, otras sencillas y de una reciedumbre maravillosa.

No tengas miedo a ponerle nombre a todo lo bueno y lo malo que eres. Pero hazlo.

Después, un día, vendrán las enfermedades del cuerpo, las menos importantes. Después de tantos miles de años aquí aún nos extrañamos de que nos morimos, cuando es algo que sabemos con toda seguridad...pero lo que de verdad importa es que te conozcas tan bien que nadie pueda sacarte los colores, o bendecirte, porque conoces perfectamente de qué barro estás hecho.

Te advierto que hay nombres de tus enfermedades interiores que pueden abrumarte, que no te van a gustar nada.

No te preocupes, es muy posible que a partir de ese hallazgo comiences a rezar de verdad por primera vez en tu vida.

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