martes, 10 de septiembre de 2013

NUESTRA ALMA PRIMERA.


Todos tenemos momentos como aquellos.

Enamorarse es un ejemplo, ¡qué estado más cojonudo!, o el día que conseguiste terminar la última asignatura de esa condenada carrera, aquella vez que la emoción te dejó sin tiempo y espacio, fuera de ti y del mundo... y también observar a un bebé.

Estos días he sonreído unos cuantos bebés. ¿Por qué sonreímos cuando vemos un bebé? Quizá sea porque vemos a alguien que aún no tiene todas esas barreras defensivas, alguien que, bien lo sabemos, cuando nos sonríe lo hace de forma totalmente auténtica y sin engaños.

Y el eco del alma de bebé que seguimos llevando dentro se reconoce y responde sonriendo agradecida.

4 comentarios:

  1. Cuando llego de currar muy quemado, lo intento.
    Me bajo al jardín de mi urbanización donde convivimos cien familias.
    Agarro a un enano de menos de dos años.
    Me tumbo en el césped.
    Lo levanto muy despacio, para que no se cojone.
    Milimétricamente.
    El enano percibe los cambios de posición como algo gradual, no se mosquea.
    Yo tumbado, brazos en alto, enano arriba.

    Entonces el cabrón vuela.

    Y a mí se me diluye el queme, gracias a la extraña y a la vez naturalidad que desprende el crío.

    Mano de santo.
    El mejor momento del día.

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  2. Para nota.

    Siesta con enano.
    Sábado después de comer.
    El mundo está paralizado allí fuera.
    Cójase al enano y póngase en cuna.
    Bájese la persiana hasta alcanzar el nivel de penumbra apropiado.
    Túmbese el adulto en cama paralela a cuna.
    Observese el sueño plácido de un ser justo.
    No te muevas.
    Fijate bien.

    Acaba de pasar un ángel.

    Hay que estar muy atento; pero se les nota pasar.

    No dejan el mínimo rastro.

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  3. Lo más.

    Cójase enano que no ha visto el mar.
    Coja el coche y llegue a la playa.
    Ponga a enano sobre los hombros.
    Tenga en cuenta que en función de la edad no ven un carajo más allá de los dos metros.
    Antes de llegar a la orilla de la espalda al mar.
    Introduzcase en él de espaldas; con el enano mirando dirección tierra.
    Avance de espaldas sin miedo.

    Parese. Es su puñetero momento de gloria.

    Dese la vuelta y encare la linea del horizonte.
    Presente el mar al enano.
    Mírele el careto.

    Oirá dos chof!, chof!

    Son sus huevos. Acaban de caérsele.

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  4. Cuidadín, cuidadín....

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