viernes, 9 de agosto de 2013

DE REPENTE , EL DOLOR.


De repente, el dolor.

Y con él, uno se repliega sobre sí mismo. Se vuelve un espeleólogo de su alma, y del alma de quién ama y sufre. Cada uno de los dos , cada uno a su manera, desciende las simas hasta alcanzar el núcleo de su intimidad.

Te acompaño, pero a veces tengo la impresión que tú vas por galerías más estrechas que las mías, sin luz, en una oscuridad que tiene ecos de fuentes subterráneas de las que bebes, y sigues buscando la gran veta.

Vivíamos hasta hace unos días allá fuera, indiferentes, divertidos, ajenos a todo, en el puro presente.

Hoy todo eso sobra. Es la hora de buscar oro, y éste anida en el interior.

Yo te acompaño. A veces con una linterna que pueda iluminarte. Otras enciendo una vela. Hay momentos que eres tú la que me coges de la mano y me dice “¡es por aquí!”.

Es tiempo de oscuridad, de buscar una luz nueva. Es tiempo de madurar.

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