miércoles, 7 de agosto de 2013

SOLEDAD.


Tengo miedo de mi sin ti. Te miro estos días y contemplo que, poco a poco, aceptas lo que te ha tocado. Estás más serena, más encapsulada sobre ti misma, como creando la crisálida que un día te llevará, en otro estado, a otro lugar.

“No hay otro lugar” , me dice un amigo incrédulo como una piedra. “Sólo hay esto que ves, y así es la vida”.

Francisco Umbral en “Mortal y rosa” se debate en el aniversario del fallecimiento de su único hijo entre ir o no ir al cementerio a depositar un ramo de flores. Si va, es una manera de admitir que hay algo más que esta vida. Si no va, es coherente con su modo de pensar: de su hijo sólo quedan despojos.

No fue.

A mi esa soledad de Umbral me aterra.

Estamos mucho tiempo en silencio. No quiero molestarte con idioteces, frases hechas, o preguntas tontas. Eso sí, te digo muchas veces que te quiero, y se me escapan besos furtivos. Y tú te dejas. En ese estado del proceso estamos.

Pero no nos rendimos. Daremos cualquier cosa por conquistar un segundo más de vida. Y la curación como horizonte.

Hoy ha sido un día un poco jodido. Te llamó una persona que quieres mucho y rompisteis los dos a echar el bofe. Colgaste y te dejé sola.

Ahora sé que cuando estás así hay que dejarte sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario